Ahí estaba Gmail con su iconito rojo llamando mi atención.
Un correo muy formal estaba delante de mis ojos (obvio así debe ser), ni una sílaba de más ni una de menos, las suficientes para anunciarme que mi cuadro ya estaba en el chateau.
Hermoso regalo de cumple.
El resto es pura burocracia.
Ahora voy por más...